Cada día me abro el alma
a la orilla sin fin de tu recuerdo,
o en la ladera virgen de tus alas,
y echo mi corazón al viento.
Día a día mi canto es aún más hondo
y mi llorar, más verdadero;
recorro solitario mi camino
y, en mi hábito de andar, voy más ligero.
Desde hace tiempo, tú me floreces,
tu primavera en nardos y azahares;
aún quedan cardos en mi pradera,
mas ya tu recuerdo me arrancó millares,
y mi horizonte es ahora más profundo,
más robusto y más bello mi paisaje.
Un pájaro por tu alameda
será mi alma al caer la tarde.
a la orilla sin fin de tu recuerdo,
o en la ladera virgen de tus alas,
y echo mi corazón al viento.
Día a día mi canto es aún más hondo
y mi llorar, más verdadero;
recorro solitario mi camino
y, en mi hábito de andar, voy más ligero.
Desde hace tiempo, tú me floreces,
tu primavera en nardos y azahares;
aún quedan cardos en mi pradera,
mas ya tu recuerdo me arrancó millares,
y mi horizonte es ahora más profundo,
más robusto y más bello mi paisaje.
Un pájaro por tu alameda
será mi alma al caer la tarde.
Emilio Castillo.
Sant Cugat, 20 de mayo de 2.015.
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