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MARGARITAS

sábado, 18 de octubre de 2014

ACHARES



Toda su vida había trabajado en una floristería. Cuando se jubiló, cuidaba y atendía con esmero el rosal que había plantado, hacía años, en el patio de la casa donde vivía con su esposa, ROSALíA y su única hija, FLOR.

Aquella mañana de primavera, como de costumbre, salió de casa temprano. Lucía una ROSA de colores deslumbrantes, bien sujeta en el ojal de la solapa de su chaqueta, y desprendía un cautivador perfume. Se dirigió al parque donde recalaba asiduamente, se sentó en el mismo banco de siempre junto al jardín botánico, donde pasaba largas horas presumiendo de su ROSA ante la diversidad y colorido de tantas flores.

Ya no regresó a casa, cuando lo encontraron estaba tendido en el suelo con el tallo de la ROSA, que tan orgullosamente portaba en la solapa, clavado como un punzón en su pecho, con tal fuerza que le había partido el corazón.

Extendidos por su cuerpo, permanecían adheridos pétalos en  disposición violenta, encarnados por la ira y turbados por los celos.

Sobre la madera del banco se adivinaba, escrito con premura, sus últimas palabras,
 

Ellas…..son ellas quienes te admiran y envidian. Celosa….eres una celosa…y….me estás matando AGGGGGGG
                                                                                                        Honorio Poveda
                                                    



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