Me desperté temprano. El reloj
marcaba la hora, 8,15, del día, 16.06.2014. Desayuné despacio. Como siempre
tostadas con mantequilla y mermelada, y
café con leche. Salí de casa con cuidado de no hacer ruido. Cerré la puerta con
llave y bajé las escaleras, desde un tercer piso, saltando los escalones de dos
en dos.
No tenía ningún plan. Nadie me
esperaba. Yo no esperaba a nadie y no sabía exactamente qué hacer con el tiempo.
Reflexioné durante unos minutos.
De repente, se me ocurrió la idea.
En muchas ocasiones había oído hablar de
amigos y conocidos que, en ciertas situaciones, sabían como matar el tiempo.
Si tengo todo el tiempo del
mundo para mi, y no se que hacer con él, pues vamos a tratar de matar el tiempo.
Me animé a mi mismo.
Por suerte, ese día, el tiempo era muy bueno. El sol comenzaba a
calentar la mañana y solo una nube blanquecina, que dibujaba la figura del
rostro de una persona humana, se colgaba caprichosamente del cielo esbozando una sonrisa me infundió cierto desánimo.
Conforme iba atravesando la
ciudad, mi idea de matar el tiempo se fue dulcificando. Tampoco es necesario
que lo mate, con darle un susto y exigirle que me devuelva parte de mi tiempo
perdido habría suficiente. Hice un cálculo, a groso modo, del importe que podría suponer el valor de ese tiempo, y
llegué a la conclusión de que la cuantía
total podría ser la friolera de unos treinta años, así que me hice la
siguiente composición - si consigo
vencer al tiempo podría regresar a vivir otra juventud - O eso creía yo.
Caminaba pensativo cuando unas
bolas de hielo grandes como pelotas de tenis comenzaron a chocar contra mi cabeza y el suelo donde rebotaban haciendo
un ruido ensordecedor. Miré hacia el cielo y pude ver que de la nube blanca se
había borrado el esbozo de la sonrisa y se había convertido en una gran nube que
asemejaba la figura de un ogro gigante en actitud amenazante.
Pude encontrar el portal de una
casa abierta donde conseguí refugiarme hasta que cesó la granizada.
Como jamás, en toda mi vida,
había matado el tiempo, no tenía experiencia y mi impresión, después del primer
incidente, fue la de que no era tan fácil como pensaba en un principio.
Ahora caminaba precavidamente,
mirando al cielo con recelo. La nube había desaparecido totalmente y no quedaba
nada del boceto gigante con semblante
amenazador. No se veían nubes. Sin embargo pude observar como a lo lejos una polvareda
formando una creciente columna giraba desafiante sobre si misma, subiendo desde
el suelo hasta una altura que no podía determinar, donde se expandía
convirtiéndose en una masa oscura que se desplazaba hacia mí a una velocidad
vertiginosa.
De pronto, me ví engullido y
arrastrado por un remolino enorme que me llevó en su entresijo por los aires durante
un buen tiempo, para mi interminable, hasta que quiso dejarme caer como un fardo a una
larga distancia de donde me encontraba.
No sé cómo pude llegar hasta
casa. Exhausto y magullado me dejé caer sobre la cama. El reloj seguía marcando
la misma hora, 8 horas, quince minutos del
día 16.06.2014. Al menos había conseguido que se parase el tiempo durante unas horas.
Lo volveré a intentar otro día.
Seguramente había elegido mal tiempo
Honorio
poveda
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