La
mañana presagiaba un buen día primaveral y animaba a soñar.
Paseaba
con lentitud tratando de absorber con el cuerpo los lacerantes rayos de sol que, sin remedio, caían perpendicularmente
con fuerza a esas horas tan tempraneras sobre mi cabeza, desprovista de
cualquier elemento que la pudiera proteger con eficacia.
Bandadas
de vencejos volaban en formación girando a grandes velocidades por encima de
los tejados. Pronto llegarían las golondrinas.
Al
pasar por una oficina del banco de crédito general, se me ocurrió que podía hacer un viaje de
esos que no había podido hacer en toda la vida por falta de tiempo, tiempo que
ahora me sobraba.
Reuní fuerzas y con decisión entré a solicitar un crédito.
Atravesé
la puerta sin dificultad, no había ningún arco de seguridad en prevención de
atracos. Ya dentro de la oficina observé
que no había ningún cliente. A la
izquierda de la entrada salía un pasillo con una flecha pintada en la pared y el
rótulo CREDITOS BLANDOS que señalaba hacia el fondo. Seguí el camino que
marcaba la flecha y al cabo de unos 10 metros me percaté de que
el final del pasillo era una pared blanca que cerraba el paso, y otra flecha pintada señalaba hacia la puerta que daba a la calle, así que deshice los
pasos andados hasta llegar de nuevo a la entrada.
Con
una rápida mirada de inspección, averigüé que había seis mesas dispuestas en tres filas de dos,
separadas una de otra por escasos centímetros, y una solitaria, mayor que todas,
situada al fondo.
En
una de las dos mesas de la primera fila había un cartel, donde se podía leer CAJA,
y en la otra CRÉDITOS. Del resto de mesas solamente en la solitaria del fondo se
advertía un cartel. Unas letras grandes indicaban sin temor a equívoco quien ocupaba
aquella mesa, SR. DIRECTOR, parecían gritar. Tras ella se podía adivinar, semioculto, otro pasillo con una flecha pintada, aunque no fui capaz de averiguar qué
anunciaba la flecha.
Me
acerqué hasta la mesa en la que había el cartel de CRÉDITOS y en letras
pequeñas Sr. Valentín.
-
Buenos días – saludé.
-
¿Dígame, qué desea? – contestó con voz seca y autoritaria un chico joven, con
un corte de pelo erizado con gomina y traje muy parecido a su nombre Valentino.
- Yo
venia a solicitar un crédito.
-
¿Qué cantidad necesita?
-
Poco, con diez mil euros me arreglo, es para hacer un viaje, un viaje soñado que
no he podido realizar nunca por falta de tiempo
-
Ahórrese comentarios y deje de soñar, tiene que rellenar un formulario
-
Déme uno, por favor.
-
Vaya a la mesa de al lado, donde pone CAJA, pida un impreso para solicitar un
crédito y una vez rellenado vuelva otra vez aquí.
Sin
apenas moverme ya estoy en la mesa de CAJA. La chica, con traje de valentina
joven, seguramente había oído toda la conversación, sin embargo me obligó a
empezar de nuevo. Parecía más simpática. Debía ser becaria o sin bautizar pues
no tenía nombre.
-
Buenos días, señorita.
Silencio,
me responde un silencio.
- ¿Me
da un formulario para solicitar un crédito?
- por
favor, recalqué con fuerza.
Levantó
la mirada del teclado y me miró con sus ojos azules. Eso me dio muchos ánimos
-
¿Que cantidad necesita?
-
Por fin me ha visto, exclamé sin poder evitarlo.
- Necesito
unos diez mil euros.
Silencio,
de nuevo
-
Es para hacer un viaje, un viaje soñado que no puede realizar nunca por falta
de tiempo. Ahora me sobra tiempo. – y le dediqué una sonrisa
Abrió
uno de los cajones de la mesa y saco un papel.
-
Tome este impreso, son 49,50, lo rellena y vuelve a la mesa de créditos
- ¿49,50
por un impreso? Pues dedúzcamelo del crédito.
- 49,50,
y en metálico. Y no me haga perder el tiempo a mí, que no me sobra.
-
No llevo dinero encima
-
Bien, lo podemos arreglar si lleva alguna tarjeta de crédito.
-
Si, la llevo pero es de otro banco
- No
importa, vaya a la última mesa, la que está sola, es la mesa del director.
- Sorteé
hábilmente, haciendo quiebros con la cintura, la primera y segunda fila de
mesas hasta llegar a la del director
-
Buenos días. Vengo de créditos me han dicho que debía pasar por aquí.
-
Ya le he visto. Déjeme su tarjeta. Cuanto dinero necesita. Dígame el importe.
Todo lo dijo sin respirar. En algún momento tuve la impresión de que se
ahogaba.
-
50 euros - dije
-
Le tendré que cobrar la comisión
-
¿Que comisión?
No
me contestó
Pasó
la tarjeta por un terminal abrió un cajón de su mesa y me dio los 50 euros y el
ticket de la operación
-
Joder si me ha cobrado 100 euros – Exclamé sorprendido al comprobar el ticket.
-
Es la comisión mínima que podemos cobrar, y si ud. En vez de necesitar 50 euros me hubiera solicitado 51, la
comisión habría subido a 90 euros. Así que esta ud. De suerte, se acaba de ahorrar 40.
- La madre que los parió. – Creo que oyó mi
comentario pero estaba ocupado contando billetes de 50 euros. Seguro que no
había sido yo el primero.
De
nuevo en la mesa de CAJA
-
¿Le ha atendido bien el director?
- Pues
casi me ahogo del susto pero ya ha pasado.
-
¿Tiene los 50 euros?
-
¿No eran 49,50?
-
Si, pero los 50 céntimos son para el colegio de huérfanos del gremio.
- La
madre de Dios, déjeme el impreso.
Tiré
el billete de 50 euros con fuerza para que cayera al suelo y tuviera que
agacharse y me moví, arrastrando los pies por el suelo hasta quedar frente al
valentino. Rellené el impreso y se lo dejé caer en la mesa. Lo cogió sin
mirarme y se puso unas gafas negras que parecían de sol.
-
Pero hombre si es usted jubilado, habérmelo dicho antes. Le hubiera salido más
barato.
- Más
barato, Grité.
- Pues
claro, se hubiera ahorrado los 50 céntimos.
- Señor,
ud. vive de alquiler, no tiene ninguna propiedad y su pensión es muy baja, cómo
tiene la desfachatez de solicitar un crédito. Me pone las cosas muy difíciles.
-
Vuelva a la mesa del director.
Ya
estaba recelado y comenzaba a sentirme cansado. Salí directo hacia la mesa del
director
- Pero
hombre de Dios - exclamó - cómo no me lo ha dicho.
- Mire
- me dijo señalando el pasillo que había a la entrada con el rótulo de, CRÉDITOS
BLANDOS.- Vaya por aquel pasillo y siga las indicaciones de la flecha.
- Ya estuve por ese pasillo al entrar y lleva
a la calle directamente - contesté con la cara desencajada.
- Ah, perdone, perdone, aquel es para los CRÉDITOS
BLANDOS y es ud. Jubilado. -- Le
corresponde el de los CRÉDITOS DUROS SOLO PARA JUBILADOS.
El
director miró hacia atrás, donde estaba el pasillo del fondo que yo había
observado al entrar y que mi vista no alcanzó a leer el rótulo.
- Es ese, el pasillo del fondo, el que debe seguir. Haga caso a la flecha hasta el final. No se preocupe si
no quiere volver.
Es
lo que quería, no tener que volver. Caminaba raudo hacia el pasillo cuando la
curiosidad me hizo volver la cabeza al escuchar el sonido de unos aplausos.
Allí,
junto a la mesa del director, estaban todos aplaudiendo. En primera instancia
pensé volver y devolverles los aplausos en sus caras pero, vestido como iba,
con pantalones y zapatos de pitillo, y con las carreras que me habían obligado a dar, mis fuerzas se habían desvanecido y no estaba seguro de salir airoso.
El
final del pasillo me llevó a una plaza donde había varios autocares, con unos
carteles en el parabrisas que ponía VIAJES INSERSO - DE BARCELONA A FINIS TERRAE -, esperando a sus pasajeros.
- Ya
no quiero los diez mil euros. La aventura me ha costado cien euros y he terminado
agotado, pero estoy contento. Podría haberme salido más caro, si continúo en el banco acabo gastando los
diez mil euros del crédito.
Honorio
poveda
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